viernes, 1 de julio de 2011

Antojo de un capuccino

Pese a que tengo problemas con el frío, el invierno siempre tuvo para mi cosas especiales que lo hacían mágico, romántico, melalcólico.
Cuando era pequeña, tenía unas botas de agua azules de Bubble Gummers que amaba y con las que podía meterme en cualquier posa, eran geniales. En los últimos años de la básica, el invierno era ideal para pijamadas o tardes cocinando con mi mejor amigo, una buena excusa para pasar el tiempo bien acompañada. En la media, adopté la mala costumbre de quedarme a conversar con mi profesor de literatura y en una de esas conversaciones me pegó el gusto por caminar bajo la lluvia...esa sensación de que los pensamientos y malos ratos se los llevaba el agua valían más que el reto de mi mamá al llegar empapada a la casa.
Pero después se transformó en mucho más. Paseos debajo de un solo paraguas camino a un cafecito, una buena conversación acompañada de un buen capuccino y si no estaba lloviendo una caminata haciendo crujir las hojas de los árboles del Parque Forestal.
Tengo antojo de un capuccino bien conversado en el cafecito de Lastarria...pero ya no existe el cafecito ni la compañía. Tengo nostalgia de esas caminatas conversando de superficialidades que terminaban en un análisis profundo del sistema político, económico o social del país y el mundo, y los posibles métodos de solución. Me hace falta sentirme así de amada y acompañada, con proyectos tontos y trascendentales entre manos, construyendo mi futuro y el de alguien más.
Sé que nuestra historia ya no tiene ningún sentido, que nuestros planes en la vida no calzan, que nuestra forma de vivir la vida es incompatible...que ya no te amo y que definitivamente ya no me amas...pero eso no implica que no te extrañe.
Además, el proceso de descubrir mis errores me ha mostrado que hice tantas cosas mal, que definitivamente pude hacer las cosas mejor. Aunque también he visto más errores tuyos y he logrado reafirmar mi decisión racional de dejar de luchar, pero a ratos aún duele, casi como el primer día.
Por todo eso y más tengo antojo de un capuccino. Tengo nostalgia de la vida que tenía. Tengo melancolía de sentirme amada y amar a alguien.
Definitivamente hay personas hechas para disfrutar la soltería -como varias amigas- y otras que como yo pareciera que nacimos para vivir en pareja y que la soltería nos queda incómoda. Peor si después de tantos años olvidaste como conquistar, que ya no es tan fácil conocer gente y que, por supuesto, ya no solo necesitas a un chiquillo guapo. Claro, si es que hablamos de buscar una relación, porque para pasarlo bien daría exactamente lo mismo...
A pesar de todo, tengo antojo de un capuccino.

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