miércoles, 7 de marzo de 2012

Apanicada

Es increíble como pasa el tiempo, se viven nuevas experiencias, se prueban nuevas actitudes, cambias el modus operandis y, aún así, siguen pasándote las mismas cosas.
Considerando esto, comienzo a dudar si realmente varió en algo mi personalidad o mi actitud, y paso a creer lentamente que estuve engañándome, tratando de vivir como creía le funcionaba a otros.
Hace varios meses atrás asumí que mi esencia es soñadora, romántica, inocente (o weona, como postulan algunas amigas). Decidí enfrentarme desde esta lógica al mundo, pero recordando siempre que no era una princesa de cuento y que el mundo real es más complejo y cruel de lo que siempre quise creer.
Comencé por sanear asuntos internos, luego amistosos y, finalmente, me di espacio para pasearme por el mundo como una persona íntegra; hija, amiga, mujer y con tantos otros roles más que me componen. Tanteé terrenos que no me llamaron la atención en el pasado, hice cosas que en etapas anteriores de la vida no tuve posibilidad de hacer y, después de un rato, regresé a mi comportamiento histórico...según yo, mejorado.
Pero ahora, retrospectivamente, creo que me engañé. O me tuve más fe de la que debí.
Nuevamente estoy apanicada, como cuando me cambié del eterno colegio a un liceo grande, de niñas, lleno de gente de todos los estilos. Como cuando falleció mi abuelo y todo cambió, y creí que jamás podría acostumbrarme a esa nueva realidad. Como cuando me enamoré por primera (y única) vez, convencida de que jamás sería correspondida y las cosas no resultarían. O como cuando con ese amor comencé a planear futuro y cada día sentía que era un riesgo porque no podíamos concretar esos sueños.
Los otros temores, asociados al término de esa relación que sustentó mi vida, creo que está demás explicarlos. De todos modos, sigo sintiendo que no tendré nada similar otra vez, que nadie me querrá así otra vez, que nadie cumplirá mis expectativas y tantas cosas más. Supongo que son los temores comunes frente a un escenario como este.
El punto es que nuevamente me veo enfrentada a una situación que se supone manejaba, donde entendía como todo funcionaba, y un nuevo temblor movió mi suelo, mostrándome cuán desprotegida estaba.
Tengo miedo de haber tomado decisiones incorrectas, de haberme engañado, de haberle mentido a otros, de estar haciendo las cosas mal, de no tener valor para enfrentar sentimientos (míos y ajenos), de dar malas señales, de no saber leer las que me dan.
Y eso me empuja a temer que se me estén pasando oportunidades por preocuparme de cosas no importantes, a mirar atrás y querer arreglar, de alguna forma, ese pasado que me persigue con sus dudas.
El miedo inmoviliza y la inmovilidad atrofia. Siento que distintos sentidos, emociones e ideas se atrofian en mi, debido a la inmovilidad obligada que me he impuesto por no dejar de sentir miedo. Y aunque hago esto para no sufrir más, estar escondida y acurrucada en un rincón de mi misma también me hace mal.
Hoy me recordaron que el ser humano se configura desde el miedo, por lo que estar asustada no tiene nada de malo y es completamente normal. El punto es que creí que lo estaba superando, pero al final me encuentro suspendida sobre una pequeña línea que divide mis errores del pasado y mis temores del futuro, imposibilitándome posicionarme sobre el presente.
Además, como buena apanicada, estoy esperando a un superhéroe que me rescate, algo o alguien que me ilumine y me permita salir de este estado. El pensamiento mágico fomentado por Disney me ha hecho realmente mal. Y reconocerlo no ayuda a cambiarlo.
Es por esto que espero, espero una señal interna o externa que me permita dar un paso, moverme en cualquier dirección con tal de salir de la inmovilidad. Pero el miedo me insta a esperar una señal clara, algo que me de seguridad. A ratos siento que me apagaré esperando.
Y la omisión. Esa tentadora y abusada estrategia para no mentir pero no exponerse, no actuar, no arriesgarse. He omitido tanto que a ratos siento que me pierdo capítulos de mi misma.
Efecto postraumático le digo yo, pero cada vez estoy más convencido que es lisa y llana cobardía, asociada a malas decisiones y un guionista interno demasiado creativo.
Alguna vez mi hermano me dijo que yo era una mina demasiado jugada, apasionada, como para rodearme de gente sin cojones. Ahora creo que me sobrevaloraba y que acertaba en mi necesidad, solo por el hecho de que un cobarde necesita a alguien que lo empuje a actuar.

No hay comentarios: