lunes, 5 de marzo de 2012

Porque la estupidez no está solo asociada al enamoramiento

Es sorprendente como algunos episodios de la vida y buenas conversaciones pueden, finalmente, demostrarnos lo estúpidos que somos. Y no quiero con esto culpar a quien me acompañaba este fin de semana en mi descubrimiento, porque la estupidez es de mi completa responsabilidad.
En algún momento de la vida, una amiga (y ex cuñada) me planteó que un@ se ponía tont@ en el estado de enamoramiento y que no razonaba ni eficaz ni eficientemente en este estado. Yo, por mi parte, en esa conversación discutí su argumento, pero los hechos terminaron demostrándome que tenía razón; estuve bruta, ciega y sorda mucho tiempo y los post del último año lo corroboran.
Fue entonces, en el momento de analizar la crisis, cuando decidí que la estupidez estaba asociada al enamoramiento, sin descartar que hay otros momentos de estupidez en la vida. Pero, definitivamente, un@ enamorad@ cae en ciertas estupideces en las que no caería sin amor de por medio.
La cosa es que este fin de semana me desengañé. Se puede ser estúpida sin estar enamorada, porque la estupidez no está solo asociada al enamoramiento y miles de otras situaciones nos dejan brut@s, cieg@s y sord@s.
Sin entrar en mayores detalles de la escena y los diálogos de la misma (no he consultado a la contraparte sobre la exposición pública de esta situación), el fin de semana me vi enfrentada a algo que siempre supe pasaría, que en alguna medida esperaba sucediera y que, aún así, me generó cierto dolor. Fue uno de esos golpes directos al ego, cuando te cuestionas porqué si las cosas salieron tan bien no llegaron a buen puerto; porqué si eres tan bien "evaluada" no te sacas un 7. Pero, como ya mencioné, era lo esperable.
Aún así hice puchero, ambos cambiamos el tono de la conversación, aclaramos puntos que no habíamos tratado antes y expuse, sin pensarlo, mis miedos y angustias más profundas. Y no es que la contraparte me hubiese hecho algún mal (la verdad es que ha sido una de las personas más importantes este último año), sino que ciertas circunstancias te exponen, sin esperarlo, a esos miedos que siempre están ahí. Y eso me sucedió a mi esta vez.
Mis temores, supondrán ustedes, están ligados a los acontecimientos narrados durante el último año en este blog, y a los proyectos que han sido descartados, modificados o postergados por esa razón.
Pese a todo, porque la escena y los diálogos fueron complejos, la situación terminó bien y, dentro de todo, me siento tranquila con todo. Pero me sentí -y sigo sintiéndome- muy estúpida. Por exponerme a situaciones que siempre debí saber no sabría manejar, por dejar que mi guionista interno pensara demasiado, por no haber sido lo suficientemente honesta ni siquiera durante esa conversación.
Hoy, conversando con una gran amiga, estuve jugando a la vida-ficción (así como la denominada política-ficción, en esa línea) y descubrí que no tengo nada claro y que, es posible, haya metido las patas hasta el fondo estos últimos meses y sobre todo en la última conversación. ¿Por qué? Porque como no tengo nada muy claro, tengo actitudes contradictorias y dejo de hacer muchas cosas por miedo, tanto a equivocarme como a lo que podría pasar, a no saber manejar las cosas y tantas cosas más. Algo así como cuando se deja de probar una nueva comida por temor a que no le guste o cuando se decide no intervenir en una discusión para no quedar mal con ninguna de las partes. Como dijo mi amiga, le he sacado un poco el poto a la jeringa, delegando gran parte de la responsabilidad de los hechos a mi contraparte.
Pese a todo, lo único que espero es que esta estupidez sirva de algo. Quizás debería quedarme con esos aprendizajes de estos meses, como dijo mi contraparte; mirar el vaso medio lleno, como le dije yo. Y alguna medida lo hago, de ahí la tranquilidad, pero al mismo tiempo me cuestiono lo hecho y dicho, me preguntó que pasará ahora y no logro siquiera responderme en que postura estoy.
Por ahora solo puedo decir que me siento estúpida, pero a la vez tranquila, que no haré nada más porque la verdad es que no sé que hacer o no hacer, y que espero profundamente que la experiencia sirva de algo.

2 comentarios:

Ambar Núñez dijo...

Es fundamental reconocer que no se tiene idea de nada, pues uno deja de intentar hacer weas basada en supuestas certezas q, como son falsas, llaman a las cagadas tupido y parejo. Esa honestidad permite un mejor diálogo consigo misma y yo creo que también con el resto. Como zurcir y recomponer relaciones, inclusive.

Vndvl dijo...

Lo importante es hacer las cosas cuando uno tiene ganas de hacerlas.

Uno se pone a armar la estrategia del partido, cuando cacha que es necesaria. Cuando el peloteo informal es entrete, no se hace necesario.

Por eso, hay que esperar a que se haga algo necesario =)